La cacería del “Ratón” Ovidio Guzmán llevó a la debacle de Los Chapitos en la CDMX

El hijo de Joaquín “El Chapo” Guzmán vivió, caminó, comió, cenó y hasta salía de fiesta a los antros con completa tranquilidad y seguridad durante seis meses en las calles de la Ciudad de México, mientras lo buscaban autoridades federales, el Ejército y la Marina.

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CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Ovidio Guzmán López, El Ratón, vivió, caminó, comió, cenó y hasta salía de fiesta a los antros con completa tranquilidad y seguridad durante seis meses en las calles de la Ciudad de México, mientras lo buscaban autoridades federales, el Ejército y la Marina.

Hasta hace apenas unos días este hijo del Chapo Guzmán era uno de los objetivos prioritarios de las fuerzas de seguridad, pues es señalado como el generador de la violencia en cuatro estados, donde estaba al frente del grupo criminal identificado como Los Chapitos o Los Menores, como recientemente lo nombró el secretario de la Defensa Nacional, Luis Cresencio Sandoval.

A la par que lo buscaban las autoridades, también fue “campaneado” en calles de la colonia Roma, Condesa, el sector de Santa Fe e, incluso, en la Nápoles, luego de tanto rodar por el país. Quienes lo estaban cazando en la capital eran sicarios experimentados, procedentes de Tijuana, Sinaloa y Sonora.

Incluso, el 28 de octubre de 2021 estuvieron a sólo unos metros de él y tenían la orden de matarlo afuera del centro comercial Parque Delta.

Al Ratón lo siguieron las 24 horas del día durante una semana entera, de acuerdo con un informe realizado por la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) y la Marina. Desde 2021 elementos de las Fuerzas Armadas ya seguían los pasos de Ovidio Guzmán. El reporte, del cual Proceso tiene copia, señala que Los Chapitos, luego del llamado Culiacanazo, buscaron establecerse en la Ciudad de México.

“La CDMX es para ellos un importante centro financiero del país que alberga las sedes de los mayores consorcios empresariales, permitiéndoles tener comodidades, pasar desapercibidos o permanecer en el anonimato en cualquier estrato social”, se lee en la página 20 del documento.

De acuerdo con el informe, los sicarios que seguían a Ovidio Guzmán fueron contratados por Ismael El Mayo Zambada y Rafael Caro Quintero, mediante un lugarteniente conocido por ambos, e identificado por las autoridades únicamente con el apodo de El Flaco.

También se detalla que la vigilancia montada sobre el hijo del Chapo, por dicho grupo rival reveló que tenía guardaespaldas todo el día, que nunca dormía más de dos noches seguidas en un departamento e, inclusive, pernoctaba en moteles. También usaba dos vehículos: una camioneta Mercedes Benz y una Land Rover, las dos blindadas, y siempre portaba armas. Cada uno de sus guardaespaldas llevaba al menos una pistola 9 milímetros.

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