La revancha del virus: el descubridor del Ébola y la heroína del sida, contagiados por el COVID-19

Peter Piot y Gita Ramjee estuvieron por décadas en la primera línea del combate a los coronavirus. Ahora les tocó luchar desde el otro lado, el de los pacientes. Uno sólo sobrevivió

infobae.com

Peter Piot es una estrella del rock de la virología. El Mick Jagger de los virus. Fue uno de los descubridores del virus del Ébola, cuando tenía 27 años, y lideró la lucha contra el VIH-Sida. Se define como un “virus detective” y es legendario entre los trabajadores de la salud a nivel global. Es, sin dudas, la persona indicada para este momento histórico. Pero antes, tendrá que terminar de recuperarse del Covid-19. Sí, una de las personas que más conoce de virus fue atrapado por uno de ellos mientras estaba tranquilamente instalado en su oficina de la London School de Higiene y Medicina Tropical. Estuvo internado en un hospital estatal durante una semana y salió para contarla. Se volvió a su casa en uno de esos buses rojo de dos pisos disfrutando de una Londres desierta.

La doctora Gita Ramjee era otra estrella de la virología. Trabajó en la primera línea del combate contra el VIH-Sida en Sudáfrica, el país del mundo con más contagiados y víctimas de la enfermedad. Descubrió una encima de la vagina que ayudaba en la transmisión de la infección en las mujeres. Armó una red para detener la propagación del virus entre las prostitutas de Johanesburgo y Durban. En enero había viajado a Gran Bretaña para asistir a una conferencia sobre el tema y visitar a sus hijos que viven allí y también son científicos. Cuando regresó a Durban ya tenía todos los síntomas de haberse contagiado el Covid-19. Estuvo dos semanas internada luchando contra un virus similar al que había dominado. Hasta que la venció. Murió en el Hospital Central de la capital sudafricana a los 64 años. Peter Piot dijo estar “profundamente entristecido” por la muerte de su colega. “Conocía a Gita desde hace muchos años y es difícil exagerar sus innovadoras contribuciones científicas y su compromiso inquebrantable con la prevención del VIH, particularmente entre las mujeres y las niñas en África”, escribió.

En ambos casos, pareciera que el virus se tomó la revancha. En uno, lamentablemente, triunfó. En el otro, por suerte, perdió.

Peter Piot, nació y creció en Bélgica, fue uno de los descubridores del virus del Ébola en 1976 y pasó su carrera luchando contra las enfermedades infecciosas. Dirigió el Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH / SIDA entre 1995 y 2008 y actualmente es asesor de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en la pandemia del Covid-19. Pero su confrontación personal con el coronavirus fue una experiencia que cambió su vida, asegura el científico. El 2 de mayo fue entrevistado por un periodista de la revista belga Knack para la edición que fue subida a su sitio web tres días más tarde. Y cuenta su experiencia de esta manera:

“El 19 de marzo, de repente tuve una fiebre alta y un dolor de cabeza punzante. Mi cráneo y mi cabello me dolían, lo cual era extraño. No tenía tos en ese momento, pero aún así, mi primer reflejo fue: lo tengo. Seguí trabajando, soy adicto al trabajo, pero desde casa. Pusimos mucho esfuerzo en el teletrabajo en la Escuela de Higiene y Medicina Tropical el año pasado, para no tener que viajar tanto. Esa inversión, realizada en el contexto de la lucha contra el calentamiento global, ahora es muy útil, por supuesto.

Finalmente, di positivo de COVID-19, como sospechaba. Me aislé en una habitación que tenemos para invitados en casa. Pero la fiebre no desapareció. Nunca había estado gravemente enfermo en mi vida y no había tomado ni un día de baja por enfermedad en los últimos 10 años. Vivo una vida bastante sana y camino regularmente. El único factor de riesgo es mi edad: tengo 71 años. Soy de carácter optimista, así que pensé que pasaría. Pero el 1 de abril, un amigo médico me aconsejó que me hiciera un examen completo porque la fiebre, y especialmente el agotamiento, estaban empeorando.

Resultó que tenía una deficiencia severa de oxígeno, aunque todavía no me faltaba el aliento. Las radiografías de pulmón mostraron que tenía neumonía severa, típica de Covid-19, así como neumonía bacteriana. Me sentía exhausto, cuando normalmente estoy lleno de energía. No era solo fatiga, sino agotamiento total; nunca olvidaré ese sentimiento. Tuve que ser hospitalizado, aunque para entonces ya tenía un resultado negativo del virus. Esto también es típico del Covid-19: el virus desaparece, pero sus consecuencias persisten durante semanas.

Me preocupaba que me pusieran un respirador porque había leído que aumentaban las posibilidades de morir. Estaba bastante asustada, pero afortunadamente, primero me dieron una máscara de oxígeno y resultó que funcionaba. Entonces, terminé en una sala de aislamiento en la antecámara del departamento de cuidados intensivos. Estás tan cansado que te resignás a tu destino. Te rendís completamente ante el personal de enfermería. Por lo general, soy bastante proactivo en la forma en que opero, pero aquí fui 100% paciente. Compartí una habitación con un homeless, un limpiador de oficinas colombiano y otro hombre de Bangladesh, los tres diabéticos, lo cual es consistente con la imagen conocida de la enfermedad. Los días y las noches eran solitarios porque nadie tenía la energía para hablar. Solo pude susurrar durante semanas. Incluso ahora, mi voz pierde poder en la noche.

Me alegra haber tenido corona y no ébola, aunque ayer leí un estudio científico que concluyó que tienes un 30% de posibilidades de morir si terminas en un hospital británico con Covid-19. Esa es la misma tasa de mortalidad que teníamos para el ébola, en 2014, en África occidental. Y eso te hace perder tu condición de científico y triunfan los reflejos emocionales. Me atraparon, a veces pensaba. Dediqué mi vida a combatir los virus y, finalmente, se vengan. Durante una semana hice equilibrio entre el cielo y la Tierra, al borde de lo que podría haber sido el final.

Fui dado de alta del hospital después de una larga semana. Viajé a casa en transporte público. Quería ver la ciudad, con sus calles vacías, sus pubs cerrados y su aire sorprendentemente fresco. No había nadie en la calle, una experiencia extraña. No podía caminar correctamente porque mis músculos estaban debilitados por la falta de movimiento, lo que no es bueno cuando se trata una afección pulmonar. En casa lloré por mucho tiempo. También dormí mal por un tiempo. El riesgo de que algo pueda salir muy mal sigue pasando por tu cabeza. Estás encerrado de nuevo, pero debes poner esto en perspectiva. Ahora admiro a Nelson Mandela incluso más de lo que solía hacerlo. Estuvo encerrado en prisión durante 27 años, y salió como un gran reconciliador; sin rencores. Hay que salir de estas experiencias de esta manera, un poco mejor.

Siempre he tenido un gran respeto por los virus, y eso no ha disminuido. Dediqué gran parte de mi vida a la lucha contra el virus del SIDA. Es una cosa tan inteligente; evade todo lo que hacemos para bloquearlo. Ahora que he sentido la presencia de un virus en mi cuerpo, veo los virus de manera diferente. Me doy cuenta de que esto cambiará mi vida, a pesar de las experiencias de confrontación que he tenido con virus antes. Me siento más vulnerable.

Hoy, después de 7 semanas, me siento más o menos en forma por primera vez. Comí espárragos blancos, que pido de una frutería turca a la vuelta de la esquina de mi casa. Soy de Keerbergen, en Bélgica, una comunidad que cultiva espárragos, y me encantan. También abrí una buena botella de vino para celebrar, la primera en mucho tiempo. Es el momento de agradecer a la vida y seguir mirando al virus con mucho respeto. En cualquier momento puede regresar.”

La experiencia de la doctora Gita Ramjee fue mucho más dolorosa. Tuvo sus últimas dos semanas, prácticamente sin poder moverse. Todos la conocían en el hospital. Había luchado mucho contra la burocracia de la salud y por los derechos de médicas y enfermeras.

Ramjee nació y creció en Uganda. Cuando el brutal dictador Idi Amin tomó el poder a principios de la década de 1970, se mudó con su familia a la India y luego al Reino Unido. En 1980, obtuvo un título en química y fisiología de la Universidad de Sunderland, en el noreste de Inglaterra. Un año más tarde se mudó nuevamente, esta vez a Sudáfrica con su esposo. Obtuvo un doctorado en pediatría de la Universidad de KwaZulu-Natal en Durban en 1994, una “hazaña” que describió en una entrevista con The Guardian en 2007 como un acto de equilibrio entre estudiar y cuidar a los dos hijos que tenía en ese momento. “Solía ​​levantarme a las seis de la mañana”, explicó. “Preparaba el desayuno y el almuerzo al mismo tiempo, despertaba a los niños, los enviaba a la escuela, hacía medio día de trabajo práctico en el hospital, al regreso recogía a mis hijos de la escuela, les ayudaba a hacer la tarea, les preparaba la cena y los hacía dormir. Me levantaba otra vez a las dos de la mañana para trabajar en la tesis. Y sobreviví”.

Fue después de su doctorado que se involucró en la investigación con mujeres en riesgo de infección por VIH. Luego dirigió la unidad de investigación de prevención del VIH del Consejo de Investigación Médica de Sudáfrica, en Durban, donde supervisó muchos ensayos sobre herramientas de prevención del VIH, incluidos los microbicidas vaginales, productos que podrían ayudar a las mujeres a protegerse contra la infección por el Sida. También tuvo cátedras honorarias en la London School of Hygiene and Tropical Medicine (LSHTM) y la University of Washington en Seattle, entre otras.

Cuando Ramjee recibió el premio de la European and Developing Countries Clinical Trials Partnership a la científica más destacada de 2018 por su trabajo en la prevención del VIH dijo en su discurso que seguiría dedicando su vida a combatir esa y otras enfermedades que atacan principalmente a las mujeres de bajos recursos. Lo hizo por otros dos años, hasta que el virus se tomó la revancha.

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