Lo que hay detrás del dolor de estómago inmediatamente después de comer

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A algunas personas les duele el estómago nada más comer. De hecho, según una encuesta a más de 50.000 personas, alrededor del 11 por ciento de la población mundial (13 por ciento de las mujeres y 9 por ciento de los hombres) experimentan con frecuencia dolor abdominal cuando comen. Lo que se traduce en que una de cada diez personas siente dolor frecuente relacionado con las comidas.

Esto incluye el 13 por ciento de las mujeres y el 9 por ciento de los hombres, y es más común en las personas de 18 a 28 años (15 por ciento), según una encuesta online realizada a más de 54.000 personas en 26 países. Son datos de una investigación que se ha presentado por primera vez en la UEG Week Virtual 2021, basada en una encuesta de la United European Gastroenterology.

Un trabajo que demuestra que el dolor de tripa nada más comer es más frecuente de lo que pensamos. Quienes lo sufren dicen sentirse hinchados como un globo, con una sensación de estar demasiado lleno o de llenarse demasiado rápido. Casi siempre lo asociamos a los atracones de comida, a una mala combinación de alimentos, a las intolerancias alimentarias o a la falta de ejercicio, y culpamos a estos factores de los gases, la retención de líquidos o del estreñimiento y la diarreaa.

Sin embargo, la hinchazón, las flatulencias y los desarreglos intestinales no son las únicas molestias que van unidas al dolor de tripa nada más comer; en ocasiones este va acompañado de angustia psicológica y otros síntomas diferentes como dolor de espalda o dificultad para respirar, que se asocian con una gran angustia y problemas de funcionamiento.

“Hasta el 40 por ciento de la población mundial experimenta con frecuencia síntomas gastrointestinales que reaparecen y cuando estos pacientes consultan a un médico, su evaluación clínica de rutina es normal; la mayoría de estas personas probablemente padecen trastornos de la interacción intestino-cerebro (DGBI, por sus siglas en inglés)”, cuenta Esther Colomier, autora del estudio e investigadora conjunta de doctorado en KU Leuven, Bélgica, y la Universidad de Gotemburgo, Suecia.

Se trata de afecciones benignas en el sentido de que no conducen a complicaciones graves ni afectan la esperanza de vida, pero que pueden tener un impacto negativo en la vida diaria de los pacientes.

“El dolor asociado con la alimentación parece ser más común en los jóvenes de 18 a 28 años, con un 15 por ciento de afectados”, encontró la investigación. El mismo grupo también tenía malestar psicológico más grave y síntomas somáticos (que no eran gastrointestinales).

Colomier añade que: “El mensaje para llevar a casa de este estudio es que las personas que experimentan dolor abdominal relacionado con las comidas cumplen otros criterios de lo que llamamos ‘trastornos de las interacciones intestino-cerebro’ (DGBI), conocidos como trastornos funcionales del intestino, incluidas afecciones comunes como el síndrome del intestino irritable (SII), hinchazón y distensión abdominal “.

Lo ideal es que un médico realice el diagnóstico, sobre todo, si la hinchazón viene acompañada de dolor o cambios en el ritmo intestinal, por ejemplo, diarreas. El especialista analizará los antecedentes del paciente, realizará una exploración física y analítica y, probablemente, pedirá la realización de una endoscopia o colonoscopia. Son pruebas incómodas pero, en la actualidad, en la mayoría de centros, se realizan con sedación, de forma ambulatoria y la recuperación es rápida.

Esa conexión entre el sistema nervioso central (SNC) y tracto gastrointestinal, conocida como ‘eje microbiota- intestino-cerebro’ está despertando un gran interés en la actualidad al existir indicios de que esas alteraciones cerebrales pueden afectar al funcionamiento intestinal, y a la inversa, alteraciones gastrointestinales pueden inducir cambios en el comportamiento, la conducta, el estado de ánimo y también a nivel neuroquímico.

Así, existe una correlación entre las alteraciones de la microbiota y la encefalopatía hepática, la ansiedad, el autismo o el colon irritable. En estas enfermedades existe una disbiosis (cambios en la composición normal de la microbiota) que genera cambios en la motilidad gastrointestinal, afecta a las secreciones y produce una hipersensibilidad. En estas circunstancias se ven alteradas las células neuroendocrinas y las del sis­tema inmune, modificando la liberación de neurotransmisores, lo que se podría traducir en las diferentes manifestaciones psiquiátricas.

¿Qué quiere decir todo esto? Que lo que pasa en el intestino, no se queda en el intestino, y que un simple dolor de tripa puede significar mucho más de lo que pensamos porque el estómago está conectado con el cerebro. El intestino es la casa de trillones de microorganismos que tienen un papel fundamental en muchos aspectos de la biología humana incluyendo el metabolismo, la función endocrina, neuronal e inmune. Se cree que el microbioma intestinal y su influencia en el comportamiento del huésped, la barrera intestinal y la función inmune son un aspecto crítico del eje cerebro-intestino.

Conocer y dar a conocer esa relación bidireccional entre la microbiota intestinal y el cerebro conocida como ‘Eje microbiota-intestino-cerebro’ puede aliviar a mucha gente.

Existe una evidencia creciente de que estas interacciones influyen en una serie de trastornos previamente considerados como exclusivamente neurodegenerativos o del ánimo, tales como la depresión, la enfermedad bipolar, los trastornos del espectro autista, el trastorno de hiperactividad con déficit de atención, la esquizofrenia, la esclerosis múltiple y la obesidad; pero que ahora se han relacionado con procesos inflamatorios producidos por bacterias o virus.

Este hallazgo podría ayudar a muchas personas a entender por qué sufren dolor de tripa tan a menudo. Por lo tanto, evaluar los nuevos síntomas relacionados en todos los pacientes con DGBI podría ser de gran importancia para mejorar e individualizar su enfoque de tratamiento. Estas personas podrían beneficiarse de un enfoque de atención multidisciplinar, que incluye asesoramiento dietético y de estilo de vida, apoyo psicológico y terapia farmacológica.

Qué puedes hacer para controlar las molestias

  • Lleva un diario de todo lo que comes y toma nota de cualquier alimento que pueda causarte dolor después de las comidas. No para discriminar alimentos por tu cuenta sino para contarle al especialista con detalle qué es lo que te pasa. Esto ayudará a los médicos a comprender qué está causando tus problemas gastrointestinales y a elaborar un plan de tratamiento permanente.
  • Practica la seguridad alimentaria: elimina cualquier bacteria que pueda estar al acecho en tus alimentos lavando bien las frutas y verduras, cocinando la carne a la temperatura adecuada y refrigerando los alimentos que deben mantenerse fríos.
  • Come porciones más pequeñas: si padeces problemas gastrointestinales, tus intestinos pueden digerir los alimentos más fácilmente si haces cinco a seis comidas pequeñas al día en lugar de tres grandes.
  • Reduce el estrés: pasarte el día preocupado y dando vueltas a las cosas puede alterar tu estómago. Intenta controlar su estrés y ansiedad. Esto no solo ayudará a tu salud digestiva, sino también a tu salud mental.

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