¿Por qué delinquen los jóvenes? El dilema planteado en ‘Chicuarotes’

Las escenas del segundo filme de Gael García Bernal no son ajenas a los 22 millones de personas que habitan la Ciudad de México y que en carne propia viven lo que esta historia retrata.
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Del barrio no se sale nunca. Es una frase que a menudo se escucha en las calles donde la transa es una forma de vida y los jóvenes son víctima de la falta de oportunidades y la violencia. Un mundo de desesperanza habitado por seres que, en algún momento y de manera muy confusa, el gobierno mexicano bautizó como ‘ninis’.

De esos muchachos que no estudian ni trabajan trata ‘Chicuarotes’, la segunda película de Gael García Bernal, que aborda la criminalidad de la Ciudad de México desde la visión de dos adolescentes: El Cagalera y El Molocote. Personajes que se ganan el sustento como payasos en los microbuses hasta que un día, hartos del desprecio de la gente, deciden asaltar a los pasajeros y atracar de muchas otras formas.

“¡Se los dijimos por las buenas y no quisieron: ahora se chingan, pinches ojetes!”, dice en una de sus líneas El Cagalera, uno de los protagonistas de esta cinta que se estrena este viernes en más de 300 salas del país.

La escena no es ajena para los 22 millones de personas que habitan en ese monstruo inabarcable que es la Ciudad de México, donde entre diciembre y mayo estos delitos se incrementaron 185 por ciento con respecto a 2018, según datos de Seguridad Pública.

“Es una historia de búsqueda y de superación humana vista a través de las decisiones de dos jóvenes que tienen la necesidad de salir de sus mundos a partir de la desesperación y la desesperanza”, dice en entrevista con El Financiero el actor Benny Emmanuel, quien interpretó a El Cagalera.

La película —estrenada como parte de la Selección Oficial del Festival de Cannes 2019— fue rodada en varios puntos del sur de la CDMX, principalmente en San Gregorio Atlapulco, un pueblo de Xochimilco que resultó severamente afectado por el sismo del 19-S.

“La reconstrucción ha sido lenta, pero que Gael quisiera rodar ahí la película activó la vida económica y cultural de la zona. La gente esperaba más ayuda, pero de verdad se apoyó bastante, se le dio empleo a muchas personas durante el rodaje, se abrieron puestos de extras, se ayudó en la restauración del campanario del Templo de San Gregorio (protegido por el INAH) y se pagaron todas las locaciones”, asegura Gabriel Carbajal, quien en la película es El Molocote y en la vida real es vecino de Tulyehualco, pueblo aledaño a San Gregorio.

La historia original es de Augusto Mendoza, quien registró el guion hace 16 años, recién egresado del Centro de Capacitación Cinematográfica. Él también es de Tulyehualco y, cuando lo escribió, dice, también era un joven “enojado y resentido” con la sociedad.

“Hace 16 años no me veía futuro y no sabía cómo salir del hoyo, sentía que no tenía oportunidades; de esa furia salió el guion, de esa sensación de estar atrapado y no encontrar salida”, dice. “Los jóvenes de hoy la tienen más difícil que yo cuando era adolescente. Cada vez es más difícil salir de la pobreza si naces pobre”.

El filme, de La Corriente del Golfo —nueva productora de Gael y Diego Luna— y Cinematográfica Amaranto, está impregnado de esa cólera que nace del resentimiento social, catalizada en una banda sonora que incluye canciones como I Fought the Law, de The Clash, en voz de Natalia Lafourcade.

El relato de los payasos es real, dice Mendoza. Se lo contó un primo hace mucho y siempre creyó que era una historia de gran poder dramático. “Esa escena resume la esencia de esta ciudad, que tiene tanta comedia como tragedia”.

Realizada con apoyo de Eficine, Chicuarotes no es un retrato chilango al estilo de Hollywood. Hay crimen, pero siempre desde una postura que plantea, más que un thriller policiaco, un dilema ético: ¿por qué delinquen los jóvenes?

Leidi Gutiérrez, quien encarna a Sugehili, sugiere que la desesperación por la pobreza puede llevar a los jóvenes a intentar una salida de su entorno “a costa de lo que sea”. El público de Cannes lo entendió de inmediato pese a las barreras del lenguaje: “Alguien de allá nos dijo: eso mismo pasa en Madrid”.

La violencia, asegura Carbajal, es un problema con el que la sociedad mexicana se ha familiarizado tanto que a veces se pierde de vista la dimensión de lo que implica tener una juventud que deba “rascarse con sus propias uñas”.

El nombre de la cinta tiene su origen en el gentilicio de las personas que viven en San Gregorio, aunque también se refiere a un chile muy picante que sólo crece en la zona. Es un doble sentido: cuando alguien se enchila, no repara en el ardor; quiere seguir comiendo chile. “Una terquedad que el mexicano conoce bien, y que a veces sirve para escapar de la pobreza”, concluye Benny.

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