Puentes y rifa del avión presidencial: el talento distractor de López Obrador

El presidente mexicano instala en sus conferencias matutinas inesperados y a veces inverosímiles debates.

actualidad.rt.com

Las medicinas para niños con cáncer no llegan. Las masacres se suceden. La más reciente, en Uruapan, deja saldo de nueve víctimas. La inseguridad y la violencia aumentan. Los migrantes centroamericanos son reprimidos por la Guardia Nacional. Narcos organizan fiestas públicas y fastuosas. Menores de edad son armados para actuar como “autodefensas”. Las expectativas de crecimiento económico son casi nulas.

Cada una de estas noticias debería ser suficiente para provocar una preocupación generalizada en México.

Pero no. En estos días, el debate social está tomado por la inédita rifa del avión presidencial y la propuesta de eliminar determinados puentes vacacionales, temas que a priori podrían parecer intrascendentes en un país en el que la mitad de su población está en la pobreza y en donde a diario se siguen acumulando cientos de miles de víctimas de la guerra contra el narcotráfico.

El mérito es que las ocurrentes iniciativas del presidente Andrés Manuel López Obrador logran desviar la atención de asuntos que podrían ser más problemáticos para evaluar su gestión.

Ayer, por ejemplo, anunció que presentará una iniciativa para eliminar los puentes escolares que conmemoran fechas históricas. Hoy, si determinados aniversarios caen entre semana, se recorren para formar un fin de semana largo, lo que, entre otros aspectos, ayuda a promover el turismo. Si avanza la propuesta presidencial, la celebración ya no cambiará de día. Adiós a por lo menos tres feriados.

Bastó que el presidente lanzara su propuesta para que se convirtiera en tendencia en redes sociales y en tema central en los medios de comunicación. Nadie había debatido la pertinencia de estos escasos puentes. En cambio, ahora hay quejas de organizaciones de turismo, estudiantes, opositores y hasta del expresidente Felipe Calderón, quien no pierde oportunidad de criticar a su máximo enemigo.

Lo mismo ocurrió con el avión presidencial que compró Calderón, que reformó el expresidente Enrique Peña Nieto y que, por su costo y obscenos lujos, se convirtió en un emblema de la corrupción y el despilfarro. López Obrador prometió que no lo utilizaría y que sólo viajaría en vuelos comerciales. Y cumplió. El problema es que, más de un año después de haber asumido la presidencia, no ha logrado vender una nave que cuesta 130 millones de dólares.

Por eso anunció que la única alternativa que le quedaba era rifarla entre los mexicanos. Al principio pareció una broma. Los memes abundaron. Miles de ciudadanos jugaron con la idea de qué harían si se ganaran el avión oficial. Pero López Obrador hablaba en serio y la semana pasada ya presentó el prototipo del billete del sorteo. Se supone que deberían venderse seis millones de boletos a un precio de alrededor de 25 dólares, pero antes deben concretarse una serie de reformas legales que mantienen abierta la discusión sobre la viabilidad de la rifa.

Antes, López Obrador ya había firmado un pacto de no reelección que desató intensas y vanas discusiones porque la reelección presidencial no está permitida. En medio del reclamo de estrategias efectivas de seguridad, convocó a los delincuentes a “portarse bien” para “no hacer sufrir a sus mamás”. Y cómo olvidar su insistencia en que el Rey de España y El Papa le pidieran perdón a México por los abusos cometidos durante la Conquista hace 500 años.

Una de sus frases que ya se volvió un lugar común es: “tengo otros datos”, con la que suele responder ante cada informe que es adverso a su gestión. Cuando se confirmó que el Producto Interno Bruto se contrajo en 2019 a su peor nivel en una década, el presidente calificó las mediciones como “neoliberales”, una de sus palabras favoritas, e incluso afirmó que no le importaba que no hubiera crecimiento económico porque esa riqueza podría seguir concentrándose en unas cuantas manos. Es decir, mejor la recesión.

La ventaja del presidente es que, un año después de haber comenzado a gobernar, todavía goza de altos niveles de popularidad del 70%. La fortaleza del gobierno se explica, en parte, por haber convertido las ocurrencias de López Obrador en una de sus principales y más exitosas tácticas para instalar detetminados temas como si fueran asuntos prioritarios de la gestión.

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