Se acentúa la ansiedad por la inflación

Un factor que detonó la inflación fue la combinación de la guerra en Ucrania con los confinamientos de China, y eso generó estrés en las sociedades.

elfinanciero.com.mx

El temor por el futuro de la inflación en el mundo sigue siendo probablemente el factor número uno de ansiedad económica. Se trata, como se ha dicho en diversas ocasiones, del nivel más elevado del crecimiento de los precios en poco más de cuatro décadas. Hay más de una generación que nunca ha visto una inflación como la que tenemos actualmente.

Pero, además de esa situación inédita, está el hecho de que la combinación de factores que la detonaron, tampoco se ha presentado en el pasado. Algunos ponen el acento del origen de la inflación en la excesiva emisión de dólares por parte de la Reserva Federal, así como de yenes o de euros por parte de los bancos centrales respectivos.

Sin embargo si vemos la trayectoria de los índices de precios al consumidor, encontramos que, aunque ya iban para arriba, claramente, después del mes de febrero es cuando se han presentado los principales incrementos. Esto quiere decir que el factor decisivo de la aceleración de la inflación este año fue la invasión rusa a Ucrania. El trastorno del mercado energético, el disparo en los precios de los alimentos y de algunos minerales, fueron factores que incidieron de manera determinante en una más elevada alza de los precios a nivel global.

No sabemos si, en caso de que no hubiera existido este factor, se hubiera presentado una situación más estable en la trayectoria de la inflación. Sin embargo el hecho es que fue la combinación de ambos factores, es decir las políticas monetarias laxas así como los trastornos de la oferta, lo que propició el disparo de los precios en energéticos, alimentos y minerales.

Esto quiere decir que las políticas que los bancos centrales están emprendiendo, a través de alzas de las tasas de interés, con objeto de reducir la demanda de bienes y servicios, probablemente incidan solamente en uno de los factores que han detonado la inflación, el exceso de demanda, y no en los factores de oferta.

De acuerdo a algunos expertos, quizá ni siquiera sean tan eficientes reduciendo la demanda, ante la evidencia de qué existen ahorros por parte de las familias en los países desarrollados, que reservaron una parte de los estímulos monetarios y fiscales recibidos durante la etapa de la pandemia. Ante un crédito excesivamente caro, probablemente estas familias recurrirían a usar sus ahorros antes de que el consumo tuviera un descenso.

El riesgo con el que nos enfrentamos es que aún cuando las autoridades monetarias ejerzan una política monetaria restrictiva y eleven de manera inédita las tasas de interés, no se logre abatir el crecimiento de los precios.

En esa circunstancia, probablemente la único opción que quede a los bancos centrales sea continuar con los incrementos hasta llevar las tasas a niveles que hoy se considerarían inaceptables y que seguramente podrían propiciar una recesión generalizada de la economía en cuanto los ahorros de las familias se agoten, a la vuelta de algunos meses.

El otro factor que detonó la inflación resultó de una combinación de la guerra en Ucrania con los confinamientos de China, como producto de su política de cero covid. No está claro en qué momento pueda contenerse este choque de oferta.

La guerra en Ucrania se está perfilando como un conflicto de larga duración que podría conducir a un cambio estructural en la oferta de múltiples bienes en el mercado internacional.

Algunos han planteado el símil de la guerra de trincheras que se produjo en 1914-17. No es exactamente el caso, pero la evolución del conflicto indica que podríamos estar en una circunstancia en la que ninguna de las dos fuerzas logra imponerse.

Esto puede tener un efecto estructural en diversos mercados. El caso más evidente es el de la energía en Europa.

El boicot al petróleo ruso, así como la intención de los países europeos de comenzar una sustitución del gas ruso, van a cambiar radicalmente el mercado energético europeo, pero el proceso va a tardar varios años.

Por lo tanto, quizá pudiéramos estar en un ambiente de precios de la energía mucho más elevados que en décadas anteriores.

En términos del efecto sobre la inflación, la clave será la relación con los precios anteriores.

A pesar de que se mantengan precios elevados, si ya no hay incrementos significativos respecto a los niveles de meses o de un año previo, entonces veremos cómo, poco a poco, va a reduciendo la inflación por puro efecto de comparación.

El problema que enfrenta la economía global es que todos estos factores configuran una elevada circunstancia de incertidumbre. No se sabe cuándo puedan ocurrir los cambios ni cuál sea su alcance.

Ante estos hechos, la perspectiva económica de los siguientes meses y sobre todo de los próximos años se perfila sumamente incierta. Pocos pueden asegurar que tendremos una recesión pero tampoco hay evidencias que nos aseguren que ésta no se presentará.

Para México, la circunstancia es crucial. En el 2022, el factor más dinámico de la economía han sido las exportaciones. Su crecimiento es cercano al 20 por ciento a tasa anual, y refleja tanto la creciente demanda de la economía norteamericana como una mayor penetración del mercado a costa de China.

Si se frena el crecimiento de las exportaciones por una situación económicamente complicada en Estados Unidos, México puede tener un crecimiento cercano a cero en el momento en el que eso se produzca.

En esa circunstancia, para las familias y para las empresas, la actual incertidumbre a lo que llama es a la prudencia. Cada vez que entramos en una etapa tan compleja como la que hoy vivimos, hay que estar conscientes de que muchas decisiones implican riesgos y si estos no se quieren asumir, la única opción es adoptar una actitud conservadora.

Para muchas empresas y familias, la situación es difícil pues apenas acabamos de emerger de la crisis que significó la pandemia y poco a poco se está recuperando el ingreso y la actividad económica. Pero, hay que entender que las dificultades económicas que se presentan no son privativas de México sino que tienen un alcance global.

Así como la cautela es la mejor opción en las decisiones individuales en las familias y las empresas, los gobiernos deben optar por políticas fiscales que no pongan en riesgo la estabilidad. En muchas ocasiones, en México le hemos dado vuelta a las recesiones sin costos excesivos. Sin embargo, las crisis financieras, cuando se han presentado, como en 1982 o 1994, han tenido repercusiones de largo plazo para el país.

Ojalá las autoridades no hayan olvidado esas lecciones, que tan caro nos costaron.

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