“Te tengo que ofrendar a los dioses”, le dijo al policía Juan Pablo Roldán antes de matarlo

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“Te tengo que ofrendar ante los dioses”, gritaba, fuera de quicio, mientras hacía bruscos ademanes con sus manos. “Te estoy hablando en serio. Tengo un cuchillo de carnicero y tu alma está designada”, espetó, enseguida. No mentía: estaba armado con una cuchilla de cocina. Dirigía aquellas amenazas a un agente que estaba en uno de los puestos de control de la sede del Cuerpo de Policía Montada de la Federal, en el largo corredor de la calle Cavia entre Chonino y la avenida Figueroa Alcorta. Menos de 20 minutos se desencadenaría la tragedia: el inspector Juan Pablo Roldán iba a morir apuñalado en la esquina del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba) y su asesino, Mauricio Roza, aquel hombre que exhibía evidentes problemas psiquiátricos, sería gravemente herido a balazos por el uniformado y también perdería la vida, horas después.

Las amenazas de Roza, psicólogo de 51 años, vecino de Palermo, fueron reconstruidas por los investigadores judiciales y policiales del trágico suceso a partir de los testimonios de los uniformados que en la tarde del 28 de septiembre pasado estaban en los puestos de control del predio palermitano de la Policía Federal Argentina (PFA). Eran las 16.10 cuando el agresor se paró frente a uno de los puestos de control y comenzó a gritar.

Según pudo saber LA NACION de calificadas fuentes del caso, Roza habría sufrido durante los últimos diez años un trastorno esquizofrénico de tipo paranoide con ideas persecutorias, delirios místicos e incapacidad psíquica.

Esa trágica tarde, en un momento determinado, según los testigos, Roza comenzó a golpear con el cuchillo contra las rejas de uno de los portones. Después de recibir las primeras amenazas, uno de los agentes se comunicó por radio con sus superiores. Un oficial se acercó al lugar del conflicto. Roza, que vivió un par de años en Canadá, no se tranquilizó. Al contrario, se dirigió al uniformado que acababa de llegar y, mientras exhibía el cuchillo, gritaba: “A vos también te voy a matar. Sus almas van a ir al infierno”.

Ante la atónita mirada de los uniformados, Roza caminó unos 100 metros hacia el puesto de control 1, en Figueroa Alcorta y Scalabrini Ortiz, para después volver sobre sus pasos y arrojar una ave muerta. Luego continuó su trayecto hacia Cavia.

Durante su caminata, según pudo saber LA NACION de fuentes del caso, Roza habría amenazado a cuanto peatón pasó a su lado. Ante esta situación se presentaron el inspector Roldán y un compañero, ambos de la Policía Montada. Los uniformados vieron cómo el hombre armado con un cuchillo se dirigía por Figueroa Alcorta en dirección a San Martín de Tours.

Roza se detuvo en la puerta del restaurante de sushi Dashi del Palacio Alcorta, donde decenas clientes disfrutaban de la soleada tarde primaveral en las mesas ubicadas en la vereda. Comenzó a proferir frases desordenadas relacionadas con Dios, el sol y el universo.

Mientras hablaba y miraba al cielo, como en una prédica, llegaron Roldán y uno de sus compañeros, el agente Fernando Obes. La intención de los uniformados era identificar al hombre armado y evitar que agrediera a alguna de las personas que estaban en la zona.

Roldán y Obes trataron de acercarse a Roza, pero fueron amenazados. “Me voy a cargar a uno. ¿Quién va a ser el primero?”, llegó a gritar el agresor, según reconstruyeron los investigadores a partir de los testimonios de testigos. En ese momento, sacó un cuchillo que tenía guardado en la mochila.

“La cuchilla medía unos 30 centímetros. La presunción es que se trataba del mismo cuchillo que había utilizado cuando amenazaba a los policías del puesto de control de la Policía Montada”, explicaron a LA NACION fuentes del caso.

La secuencia del ataque fue filmada por las cámaras de seguridad de la zona. En las imágenes se pudo observar que Roldán fue el primero de los policías en enfrentarse a Roza. Quedaron frente a frente. En ese momento ya había llegado una oficial de la Policía de la Ciudad de la Comisaría Vecinal 14C, que se quedó detrás del agresor.

Mientras Roza continuaba con su actitud amenazante, los uniformados retrocedieron. Pero Roldán no pudo evitar ser alcanzado por la cuchilla de su agresor. Uno de los lances lo hirió de muerte, pero antes de caer en el asfalto gravemente herido, alcanzó a efectuar cuatro disparos con su arma reglamentaria, una pistola Bersa nueve milímetros.

Roldán murió pocos minutos después en el Sanatorio Mater Dei, situado a solo media cuadra del lugar del crimen. Roza, en tanto, falleció la madrugada siguiente en el hospital Fernández, donde había sido trasladado, con heridas de bala en el abdomen y una pierna.

La investigación del hecho quedó a cargo del juzgado en lo criminal y correccional porteño Nº 14, interinamente a cargo de la jueza María Alejandra Provítola. En el expediente, el Ministerio Público está representado por la fiscal Paula Asaro.

Según pudo saber LA NACION de fuentes con acceso a la causa, declararon al menos 23 testigos, entre compañeros de Roldán, los uniformados de la Policía de la Ciudad que llegaron al lugar de los hechos después de recibir el alerta radial por el incidente y el productor de TV Ignacio Viale, nieto de Mirtha Legrand, que presenció el brutal homicidio.

Durante los próximos días -posiblemente mañana- podrían declarar como testigos familiares de Roza. Esos testimonios podrían ser fundamentales para saber, como trascendió después de los trágicos hechos, si el homicida de Roldán había dejado de tomar la medicación recetada por su médico psiquiatra y si, horas antes del ataque a metros de la puerta del Malba, había sufrido un brote psicótico o una crisis nerviosa como la que habría vivido en 2011 y que, en esa oportunidad, derivó en una internación.

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