“Ya no más intimidaciones”, exige la familia de Ernestina Ascencio

Integrantes de la familia de la indígena de 73 años asesinada, presuntamente a manos de soldados, hablan con Proceso sobre la reapertura del caso recién anunciada por el gobierno federal.

proceso.com.mx

Desconfiados y dolidos, pero firmes en su exigencia de justicia, los miembros de la familia de Ernestina Ascencio, indígena de 73 años asesinada, presuntamente a manos de soldados, hablan con Proceso sobre la reapertura del caso recién anunciada por el gobierno federal. Justicia es que los agresores vayan a la cárcel, pero que también la reparación de daño venga acompañada de algún proyecto productivo que beneficie a las nietas de la víctima, dicen desde la Sierra de Zongolica.

SOLEDAD ATZOMPA. VER. (Proceso).- “Queremos que haya justicia. Ya no más intimidaciones”, dice Martha Inés Ascencio, una de los seis hijos que tuvo Ernestina Ascencio Rosario, indígena de 73 años asesinada en 2007 presuntamente a manos de miembros del Ejército en la comunidad de Tepetzintla, en la parte alta de Soledad Atzompa, en la Sierra de Zongolica.

El homicidio que hace más de una década sacudió a México fue abordado recientemente por la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Coidh) y por el presidente Andrés Manuel López Obrador.

El pasado 10 de diciembre, Alejandro Encinas Rodríguez, subsecretario de Derechos Humanos, Población y Migración de la Secretaría de Gobernación, anunció que la Fiscalía General de Justicia de Veracruz reabrirá el caso “hasta agotar todas las líneas de investigación”.

De acuerdo con las acusaciones de los familiares de la víctima, el 25 de febrero de 2007 la señora Ascencio fue atacada sexualmente por varios soldados mientras pastoreaba a sus borregos.

–¿Justicia es que los militares que la privaron de la vida vayan a la cárcel? –se le pregunta a la hija de Ernestina.

Martha encoge los hombros, responde en náhuatl y asiente con la cabeza mientras se recarga en el modesto taller de muebles rústicos que su marido, Jorge, tiene en la sierra.

De 51 años, esta mujer dice que la reparación del daño tendrá que estar acompañada de un patrimonio, no para los hijos de Ernestina, sino para sus nietas.

–¿Qué tipo de apoyo?

–Un proyecto productivo.

Zongolica. Tensión en la sierra

Desconfianza

Al intérprete que acompañó a Proceso le llevó casi 10 minutos convencer a Martha Inés de hablar con este semanario.

La mujer cruzaba los brazos y hacía muecas… Después recordó que la intimidación que sufrieron vino de varios frentes, como el de su hermano Julio Inés Ascencio, muerto hace un año “porque cayó en el vicio”. Cuenta que él la “presionaba” a ella, a sus cuatro hermanas, Juana, Martha, Carmela y Candelaria, y a su hermano Francisco para que “ya no se moviera nada y dejar todo por la paz”.

A Julio, dice ella, lo cooptaron los enviados del gobierno del entonces gobernador Fidel Herrera, cuando le llevaron a su casa un camión lleno de cerveza y licor.

Otro de los hostigadores contra la familia, menciona Martha Inés, es René Huerta Rodríguez, expresidente de la Coordinadora Regional de Organizaciones Indígenas de la Sierra de Zongolica.

Huerta, agrega Agustín, esposo de Martha, se quedó con la “indemnización” que el gobierno de Herrera dio a la familia: una camioneta miniván y una maleta con dinero.

Proceso buscó a Huerta Rodríguez para hablar sobre las denuncias en su contra, pero no pudo localizarlo.

Sin embargo, por situaciones como esas es que en Soledad Atzompa hay desconfianza sobre quienes buscan a la familia de la señora Ernestina.

Martha Inés explica la posición de sus familiares: “Se cansaron de las intimidaciones de los servidores públicos, de los intentos de cooptación, de las falsas promesas de apoyo y de los malos entendidos con el resto de la comunidad que no entendía cómo los familiares de una víctima de asesinato tenían que recibir una reparación del daño. Hubo envidia”.

Desde el homicidio de Ernestina ningún elemento militar se ha parado en el municipio. A 13 años del crimen apenas se ven algunos rondines de la Fuerza Civil. Hay dos módulos de la policía de Soledad Atzompa, uno en la entrada hacia la sierra y otro más en la cabecera municipal.

También en estos años no ha ocurrido una sola agresión por parte de alguna autoridad de seguridad o servidor público, comenta la gente.

Apenas hace un par de semanas, después de la audiencia de la Coidh, llegaron a Tepetzintla representantes de la Coordinadora Nacional de Mujeres Indígenas, de Abogados y Abogadas para la Defensa y los Derechos Humanos, del Centro de Servicios Municipales Heriberto Jara y del colectivo Kalli Luz Marina, AC. Todos se reunieron con las cuatro hijas de Ernestina Ascencio y sólo les garantizaron una cosa: que harán todo lo posible para que haya justicia.

Actualmente en la comunidad de Tepetzintla –cuyo nombre ya es conocido internacionalmente por el homicidio– la Secretaría de Infraestructura y Obras Públicas trabaja en la pavimentación del camino que conduce a la comunidad.

Además, el gobierno de Veracruz puso concreto hidráulico en la calle donde vivía Ernestina Asencio y sobre la casa de su familia se observa una construcción que contrasta con el resto, por sus acabados y por un taller de carpintería que fabrica muebles rústicos.

La pobreza que se respiraba hace una década ya no es tanta. Ahora ya es normal ver casas de concreto o en obra negra, pero con grandes antenas de televisión de paga.

A diferencia de otros municipios serranos, como Tequila, Mixtla de Altamirano o Zongolica, en Soledad Atzompa no se percibe tanta miseria.

Amenazas

Dos meses después del asesinato de Ernestina Ascencio, el entonces secretario de Finanzas y Planeación del gobierno de Fidel Herrera, Javier Duarte de Ochoa –hoy condenado a nueve años de cárcel por asociación delictuosa y lavado–, acudió a Orizaba a la inauguración de una sucursal bancaria.

Al detectar entre los presidentes municipales invitados al entonces alcalde de Soledad Atzompa, Javier Pérez Pascual, Duarte lo jaló del brazo e intento reprenderlo.

“¡Esto se pudo haber arreglado! No era necesario el escándalo ni, mucho menos, lo que está pasando. ¿Dime qué quieres? ¿Quieres la diputación federal? ¿La local? ¿Cuánto quieres? ¡Ernestina ya está muerta! ¡Con exigir justicia no la vas a revivir!”, cuenta Javier Pérez sobre su altercado con Duarte. Incluso, hace múltiples aspavientos para imitar al entonces tesorero de Veracruz.

Poco tiempo después un enviado del gobierno del panista Felipe Calderón tocó a la puerta de Pérez Pascual. El alcalde estaba con su familia, con varios de sus nueve hijos.

El enviado federal lo invitó a hablar en privado y fue muy concreto y contundente: “Dinos ¿cuánto quieres?, pero aplácame a la familia de la difunta. Esto se salió de control”.

Pérez Pascual explicó que “todo el pueblo” estaba exigiendo justicia y que lo único que había hecho el gobierno, como solución, era retirar a los militares.

“Ok, si no piensas hacer nada (sic), sólo recuerda que tú también tienes familia y te podría tocar mañana”, le dijo el enviado de Calderón.

El alcalde no se achicó y le contestó al funcionario federal –cuyo nombre no recuerda–: “No hay problema; si mañana me toca a mí, a ti te puede tocar pasado mañana”.

–¿Me estás amenazando? –enfureció el enviado federal.

–No licenciado, ¿cómo cree? Yo tampoco puedo tomar como amenazas sus dichos, ¿o sí? –reviró el alcalde.

La conversación se cortó y nunca volvió a saber nada de ningún funcionario panista.

“Está es mi humilde casa –un largo bodegón de madera con dos entradas y una pequeña tienda de abarrotes– en la comunidad de Atzompa. Así estaba cuando entré de presidente municipal, así siguió cuando salí y así seguirá”, dice Pascual, quien se desplaza en un viejo auto con el parabrisas cuarteado.

Devoción local

Entre los talleres de carpintería, pequeños aserraderos y sembradíos de maíz, frijol, chícharos y habas, las 42 congregaciones de Soledad Atzompa muestran una especie de fervor por dos asuntos: la iglesia Luz del Mundo y la figura de Andrés Manuel López Obrador.

Las casas de concreto, las chozas, las casitas de madera y las llamadas minitiendas tienen una lona o barda pintada con el nombre de Morena y la sentencia: “La Cuarta Transformación va”.

También se ven los pendones azules con el rostro de Naasón Joaquín García, preso en Estados Unidos por abuso sexual de menores, con la leyenda: “La cena de la Luz del Mundo”.

Javier Pérez Pascual presume que en los últimos 22 años, de siete alcaldes que ha tenido Soledad Atzompa cinco emanaron de la Luz del Mundo.

Y dice que sólo dos veces ha gobernado el PRI y que se terminó con la hegemonía del PRD en 2018. “Aunque ya nos pasamos a Morena y creemos en el licenciado Obrador”.

Soledad Atzompa tiene apenas 30 mil habitantes, 90% de ellos se dedica a la fabricación, traslado y venta de muebles rústicos que venden en todo el país; la madera con la que elaboran estos artículos artesanales es de Veracruz, Puebla, Chiapas y Tlaxcala.

El promedio de votación electoral de esta localidad ronda los 13 mil sufragios. “Aquí gana la elección quien logre cinco mil votos”, refiere Pascual.

En Atzompa las edificaciones más ostentosas –por encima del Palacio Municipal– son las iglesias de la Luz del Mundo, las cuales se erigen orondas en las comunidades de Soledad Atzompa, Teotlalco y Chiquila.

Cerca de cada inmueble religioso hay viviendas con letras gigantes con las siglas “NJG (Naasón Joaquín García)”.

En el ocaso de 2020 se observan varios remozamientos en la carpeta asfáltica de este municipio serrano, además de al menos siete obras hidráulicas.

¿Cuál será el reto para 2021?, se le pregunta a la gente:

“Ya vamos a tener el banco del Bienestar en la comunidad de Atzompa y, con ello, el primer cajero automático.”

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